miércoles, 20 de abril de 2011

Consenso de Washington: ¿privatización o piratización?

Este artículo del Dr. Alfredo Jalife-Rahme sobre el Consenso de Washington lo encontré en un portal donde la mayoría de los artículo apuntan claramente en un dirección fascista, decidí reproducirlo aquí para sacar esa información de ese entorno y vertirlo aquí, que considero es un espacio libre de esas cargas ideológica destructivas.

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Consenso de Washington: ¿privatización o piratización?
28 de mayo del 2009 Autor: Dr. Alfredo Jalife-Rahme


El evangelio del “fundamentalismo de mercado” Banco Mundial: desarrollo para las corporaciones

EN SEPTIEMBRE PROXIMO aparecerá el libro La lucha es por la democracia, una recopilación de ensayos entre los que figura “La economía del imperio: notas sobre el Consenso de Washington”, por William Finnegan: “Cómo la Casa Blanca, el Banco Mundial y el FMI empobrecieron al mundo en nombre de EU” (Harper’s, mayo de 2003).

EL DECALOGO DEL Consenso de Washington (el eufemismo para suavizar semánticamente el modelo neoliberal global) fue implantado (para no decir impuesto) en 1991 por la Casa Blanca para paliar la “década perdida de Latinoamérica” y llenar, de paso, el vacío ideológico que dejó el derrumbe de la URSS; fue ideado por John Williamson, en ese entonces asesor económico del Banco Mundial para Asia (¡vaya congruencia!), quien ahora despacha en el influyente Instituto Internacional de Economía (IIE) y ya no sabe cómo defender su fallido modelo 12 años después (¡no nos vayan a salir con que les faltó tiempo, después de una década perdida más, y otra que se vislumbra en el horizonte deflacionario global!).

FINNEGAN CALIFICA AL Consenso de Washington (reunión a la que fueron citados los encargados de las finanzas y economías de Latinoamérica bajo el padrinazgo de la Reserva Federal, la Secretaría del Tesoro, el FMI y el Banco Mundial) como el evangelio del “fundamentalismo de mercado” que constituye la “principal exportación ideológica de Estados Unidos”: la teoría de cómo el mundo debe ser manejado, bajo su supervisión.

EN MEXICO, EL trasnacional Joseph Marie Córdoba (naturalizado mexicano fast track), carente de pensamiento original (que solamente apantalla a aldeanos con ínfulas globales), se fusiló (literalmente) el decálogo de Williamson para hacer la apología ditirámbica del Consenso de Washington en un inolvidable número de su revista aliada, Nexos.

EN LA ESTRATEGIA de Seguridad Nacional presentada en septiembre de 2002, la Casa Blanca no solamente asentó su consolidación de “supremacía militar” por medio de la guerra preventiva, sino que agregó al Consenso de Washington como único modelo para el éxito nacional: “trabajaremos activamente para llevar la esperanza de la democracia, el desarrollo, el libre mercado y el libre comercio a cada rincón del planeta”. Finnegan enfatiza su carácter de sistema intelectual cerrado, que supone que la “única libertad real es la libertad comercial” e ironiza que el evangelio de marras “lleva bastante tiempo de aplicación”, como se hizo notorio en Argentina, que lo cumplió al pie de la letra y “que sufre la peor crisis económica de su historia”.

EL REPRESENTANTE COMERCIAL Robert Zoellick va más lejos que la descabellada “ideología libertaria y democrática” del presidente Bush, igualmente útil para las “naciones ricas y pobres” (sic), y coloca al Consenso de Washington como una “economía de control; la economía del imperio”.

SERIA CRUEL DETENERSE sobre los abundantes cuan desgarradores datos que vierte sobre Bolivia y sus “ajustes estructurales” de carcajada. Bajo otro modelo que no fuese el de la “economía del imperio”, aunado a las limitaciones geopolíticas por carecer de salida al mar (con una franja territorial que pasó a manos de Chile), Bolivia sería una potencia económica (población diminuta de 9 millones de habitantes en un territorio amplio de poco más un millón de kilómetros cuadrados e inmensamente rico en gas), en lugar de ser el país más pobre de América del Sur.

JEFFREY SACHS, EL promotor de las “políticas de choque”, citado por Finnegan, lo confiesa cínicamente 17 años después: “Siempre le dije a los bolivianos que lo que tenían era un país miserable y una economía pobre con hiperinflación; si eran valientes, tenían estómago y hacían todo muy bien (sic), finalizarían con una economía pobre y con precios estables”. Ahora la crueldad de Sachs se disfrazó de “humanista” en el IIE, así como el criminal convicto y megaespeculador George Soros se hizo la cirugía plástica de “filántropo” con su “fundación”, cuya filial en México dirige Jorge Castañeda Gutman. Sería interesante indagar qué tipo de contacto mantienen Soros y Córdoba, a sabiendas de que este último controla a dos ex presidentes mexicanos neoliberales monetaristas.

FINNEGAN REVISA EL historial de las “instituciones de Bretton Woods” fundadas en 1944 (FMI, BM y el GATT, que se transmutó en OMC) y que de haber sido esencialmente keynesianas, es decir, diseñadas para la “economía de desarrollo y la prevención de crisis monetarias y pánico financiero” se transformaron en entidades monetaristas/fiscalistas, para degenerar en la desregulación “laissez faire, laissez passer”: el Consenso de Washington.

PUES LA TEORIA celestial provenientemdf11131 de Washington “falló la prueba de la realidad”, lo cual suena a pleonasmo y es hasta fastidiosamente redundante. ¿A poco no se sabe que los programas del FMI tuvieron en total un “efecto negativo” sobre el crecimiento de los países participantes, como señala un reciente estudio citado por Finnegan? Que todavía no lo sepan Fox Quesada y Canales Clariond, con toda la fauna neoliberal monetarista, es otro tema que pertenece al “síndrome de negación”.

ALGO INTERESANTE SOBRE el Banco Mundial: “sus contratos valen millones y las corporaciones trasnacionales son sus mayores beneficiarios”. ¡Cómo! ¿Pues, no que servía al “desarrollo” de los países “pobres”? ¡A tal grado llegó el simulacro global! Finnegan sustenta su demoledor argumento: “En un testimonio ante el Congreso en 1995, Lawrence Summers, entonces secretario del Tesoro y ahora rector de Harvard, reveló que por cada dólar invertido de contribución por el gobierno de Estados Unidos, las corporaciones de este país recibían 1.35 por contratos de adjudicación”. ¡Qué negociazo; ni los Pidiregas!

EN FORMA CANDIDA, el presidente Fox confesó recibir “línea” del BM. Pues sí; ¿no fueron funcionarios Córdoba, del BID, un apéndice de la “economía del imperio”; Ortiz Martínez, del FMI, y Derbez del BM? ¡Qué perogrullada! Por eso la economía nacional, aferrada al Consenso de Washington, ha rebasado el umbral del desastre.

FINNEGAN DOCUMENTA LA “profunda transformación global” que se despliega en detrimento de los empleados: “entre 1980 y 1995 los activos totales de las 100 principales trasnacionales aumentaron 697 por ciento y el empleo total de las mismas trasnacionales en ese periodo disminuyó 8 por ciento”. Así es: la globalización, o su eufemismo, el Consenso de Washington, es el peor enemigo de la clase obrera, los empleados y los pequeños y medianos empresarios en donde sea (no se olvide el “síndrome Enron” en Estados Unidos, que sustrajo los fondos de pensiones de los empleados para beneficio de sus criminales directivos, aliados a Baby Bush).

ES INNEGABLE QUE Latinoamérica se encontraba infinitamente mejor antes de la aplicación forzosa de la globalización. Finnegan desmonta los asertos engañosos de los globalizadores, de los dos partidos de Estados Unidos y de su “establecimiento periodístico”, de que el “mayor comercio lleva a una prosperidad general mayor”. Le faltó agregar que los instrumentos locales de la “economía del imperio” son tan malos como sus controladores. “En Latinoamérica, de la década de 1960 a la de 1970, el ingreso per cápita creció 73 por ciento”. En las dos décadas de comercio neoliberal en la región solamente hubo “6 por ciento de crecimiento per cápita”. Tampoco la disminución de impuestos (el “ofertismo fiscal”), otro mito de los tramposos neoliberales, promueve el crecimiento económico.

EN REALIDAD, FULMINA Finnegan, “la pasión de los líderes de Estados Unidos por el ‘libre comercio’ no es por altruismo, sino por un deseo de abrir nuevos mercados para las firmas y productos”. Bueno, ese es el lado “bonito”, porque Finnegan nunca abordó el lado mafioso de la privatización de las trasnacionales de Estados Unidos. Se va por la tangente y califica la privatización en particular de las empresas eléctricas de “expedita”, sin profundizar en su nauseabundo “lado oscuro”.

AMEN DE QUE Estados Unidos practica el proteccionismo cuando conviene a sus intereses depredadores, no pocas veces ha incurrido en una genuina piratización, es decir en una captura de lo ajeno al estilo de los piratas ingleses. Fue patéticamente criminal el caso de la colusión entre la empresa eléctrica AES y Enron en Brasil, un adherente forzado al Consenso de Washington, para dejarlo en la penumbra eléctrica y financiera con tal de obtener jugosas ganancias: “El trato secreto que mantuvo a Brasil en la oscuridad” (Financial Times, 21 de mayo). AES, la empresa pirata de Estados Unidos por antonomasia y amasiato, obtuvo la “privatización” de Eletropaulo, el mayor distribuidor de luz en toda Iberoamérica, por medio de ardides sórdidos con la empresa trasnacionalmente mafiosa Enron y en la que se birlaron 500 millones de dólares. ¡Qué bonito!

LA “PRIVATIZACION” ACCESIBLE a las trasnacionales, que no pocas veces degeneró en una piratización, es justamente uno de los puntos del decálogo del Consenso de Washington para que el país despojado de sus riquezas estratégicas pueda asegurar créditos para pagar, ya no la deuda e(x)terna impagable, sino el “servicio” de la deuda.

FINALMENTE FINNEGAN, EN su invaluable ensayo, en la parte dedicada a Estados Unidos y al “libre comercio”, se cobra facturas pendientes con las trasnacionales estadunidenses, que pese a la seguridad que les brinda su país no aportan nada a cambio. ¡Otra perogrullada ingenua!

YA ENTENDIMOS HASTA el cansancio que el Consenso de Washington (disfrazado en Consenso de Monterrey), cuyo decálogo (analizado punto por punto, en la versión de Williamson, o en el plagio de Córdoba) está haciendo agua, sea inservible y desechable. Pero lo más relevante radica en el rumbo conceptual que tomará Latinoamérica como sucedáneo vital ahora que ha llegado la ineludible toma de decisiones en la interfaz geopolítica y geoeconómica que vive el planeta. No hay vuelta de hoja: son momentos de definición.

¿PERTENECERA TODAVIA EL “México neoliberal” de los Salinas, Zedillo y Fox a esa región, cuando el equipo Bush nos repudia y cuando lo único que quiere de México son sus recursos estratégicos, pero sin mexicanos?

LO SOBRESALIENTE ES que en el propio Estados Unidos empiece a permear en la prensa de alto nivel intelectual, como Harper’s, el fracaso del modelo neoliberal en Latinoamérica, lo cual acarrea consecuencias geopolíticas contrarias a los intereses de ese país por efecto reactivo: “efecto Lula” y “defecto Menem”.

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